Pensó que, si hacía nudos suficientemente fuertes en sus
zapatos, no tendría que volver a pararse en la calle. El frío embestía robusto
contra todas aquellas personas que caminaban en sentido contrario, el viento
embestía contra las cabezas y lo que ocurría era tan simple, como que los
cabellos creaban vocales fugaces con formas y, a veces, se podía leer un verso lleno de
intemperie, de hebras naranjas o incluso de un azul nunca visto. Algunas caras se veían desfiguradas porque
estaban grises y era un esfuerzo grande pretender no estarlo. Se fijó en
las manos que no iban en guantes, los dedos con el frío se adelgazan y parecen
más viejos, arrugados y con poco margen de movimiento. En otro continente seguro
que se puede jugar a acariciar los peces y esto las haga templadas. Pensó que es
importante no desparramarse en lo inconsolable, tu cabeza puede servir de fuego
para otra persona, ahora mismo, sin ir más lejos, allá donde voy hay una
hoguera que alguien ha cuidado antes de ser ausencia. Impensable luz, mojada luz.
blautur,
diciembre 2017