qué hacer con los pies manchando los charcos de reflejo
me encontré con una lluvia fina cosida a la cadera
resbalé enferma y hablando muy despacio
sobre los párpados acostados
y tres dedos arrugados en la cerradura
cuando por fin hayas abierto la puerta
ella tendrá prisa y habrá perdido una maleta
llena de pan, y palabras sueltas
de pan lleno de hormigas
dentro de un jarrón parecido al terciopelo
tú solo tenías que soplar para apartar el humo de las chimeneas
soplar desde tu boca azul cobalto
no volver a hacer la tristeza en mí
nada que ver con limpiarme los mocos
o borrar el círculo amarillo donde el sueño ocupa su lugar exacto
porque fuera, la cadera fina se ha enfriado
y es por eso la cojera en el pliegue, en la convulsa caricia
los granizos cayendo del lado débil de los hombres
contra ventana como lengua astillada de sol manoseando los tobillos
yo no sé si tú sabes esa palabra que ando buscando y no encuentro
para no decir miedo, cabeza en escafandra y miedo
será que la he perdido entre tanta piedra tragada
y me pesa el estómago abierto por ser carne blanda
con olor a maíz tostado, espantapájaros o pelo mojado
el cielo es de un gris frío a punto de romperse
y yo, con esa palabra bordando crueldades en el labio
sin poder decir aún que la vieja costumbre
de no mencionar los nombres veinte huesos después
me aprieta las mejillas y me desparrama por cada uno de tus lados.